miércoles, 31 de enero de 2018

EL PLACER DE VAGABUNDEAR, aguafuerte porteña de ROBERTO ARLT ..

Comienzo por declarar que creo que para vagabundear se necesitan excepcionales condiciones de soñador. Ya lo dijo el ilustre Macedonio Fer­nández: "No toda es vigilia la de los ojos abiertos".
Digo esto porque hay vagos, y vagos. Entendámonos. Entre el "cros­ta" de botines destartalados, pelambre mugrientosa y enjundia con más grasa que un carro de matarife, y el vagabundo bien vestido, soñador y escéptico, hay más distancia que entre la Luna y la Tierra. Salvo que ese vagabundo se llame Máximo Gorki, o Jack London, o Richepin.
Ante todo, para vagar hay que estar por completo despojado de pre­juicios y luego ser un poquitín escéptico, escéptico como esos perros que tienen la mirada de hambre y que cuando los llaman menean la cola, pero en vez de acercarse, se alejan, poniendo entre su cuerpo y la humanidad, una respetable distancia.
Claro está que nuestra ciudad no es de las más apropiadas para el atorrantismo sentimental, pero ¡qué se le va a hacer!
Para un ciego, de esos ciegos que tienen las orejas y los ojos bien abiertos inútilmente, nada hay para ver en Buenos Aires, pero, en cam­bio, ¡qué grandes, qué llenas de novedades están las calles de la ciudad para un soñador irónico y un poco despierto! ¡Cuántos dramas escondi­dos en las siniestras casas de departamentos! ¡Cuántas historias crueles en los semblantes de ciertas mujeres que pasan! ¡Cuánta canallada en otras caras! Porque hay semblantes que son como el mapa del infierno huma­no. Ojos que parecen pozos. Miradas que hacen pensar en las lluvias de fuego bíblico. Tontos que son un poema de imbecilidad. Granujas que merecerían una estatua por buscavidas. Asaltantes que meditan sus tra­pacerías detrás del cristal turbio, siempre turbio, de una lechería.
El profeta, ante este espectáculo, se indigna. El sociólogo construye indigestas teorías. El papanatas no ve nada y el vagabundo se regocija. Entendámonos. Se regocija ante la diversidad de tipos humanos. Sobre cada uno se puede construir un mundo. Los que llevan escritos en la fren­te lo que piensan, como aquellos que son más cerrados que adoquines, muestran su pequeño secreto... el secreto que los mueve a través de la vi­da como fantoches.
A veces lo inesperado es un hombre que piensa matarse y que lo más gentilmente posible ofrece su suicidio como un espectáculo admirable y en el cual el precio de la entrada es el terror y el compromiso en la comi­saría seccional. Otras veces lo inesperado es una señora dándose de ca­chetadas con su vecina, mientras un coro de mocosos se prende de las po­lleras de las furias y el zapatero de la mitad de cuadra asoma la cabeza a la puerta de su covacha para no perder el plato.
Los extraordinarios encuentros de la calle. Las cosas que se ven. Las palabras que se escuchan. Las tragedias que se llegan a conocer. Y de pron­to, la calle, la calle lisa y que parecía destinada a ser una arteria de tráfico con veredas para los hombres y calzada para las bestias y los carros, se convierte en un escaparate, mejor dicho, en un escenario grotesco y es-
pantoso donde, como en los cartones de Goya, los endemoniados, los ahor­cados, los embrujados, los enloquecidos, danzan su zarabanda infernal.
Porque, en realidad, ¿qué fue Goya, sino un pintor de las calles de España? Goya, como pintor de tres aristócratas zampatortas, no intere­sa. Pero Goya, como animador de la canalla de Moncloa, de las brujas de Sierra Divieso, de los bigardos monstruosos, es un genio. Y un genio que da miedo.
Y todo eso lo vio vagabundeando por las calles.
La ciudad desaparece. Parece mentira, pero la ciudad desaparece para convertirse en un emporio infernal. Las tiendas, los letreros luminosos, las casas quintas, todas esas apariencias bonitas y regaladoras de los sen­tidos, se desvanecen para dejar flotando en el aire agriado las nervaduras del dolor universal. Y del espectador se ahuyenta el afán de viajar. Más aún: he llegado a la conclusión de que aquél que no encuentra todo el universo encerrado en las calles de su ciudad, no encontrará una calle ori­ginal en ninguna de las ciudades del mundo. Y no las encontrará, porque el ciego en Buenos Aires es ciego en Madrid o Calcuta...
Recuerdo perfectamente que los manuales escolares pintan a los se­ñores o caballeritos que callejean como futuros perdularios, pero yo he aprendido que la escuela más útil para el entendimiento es la escuela de "
la calle, escuela agria, que deja en el paladar un placer agridulce y que enseña todo aquello que los libros no dicen jamás. Porque, desgraciada­mente, los libros los escriben los poetas o los tontos.
Sin embargo, aún pasará mucho tiempo antes de que la gente se dé cuenta de la utilidad de darse unos baños de multitud y de callejeo. Pero el día que lo aprendan serán más sabios, y más perfectos y más indulgen­tes, sobre todo. Sí, indulgentes. Porque más de una vez he pensado que la magnífica indulgencia que ha hecho eterno a Jesús, derivaba de su con­tinua vida en la calle. Y de su comunión con los hombres buenos y malos, y con las mujeres honestas y también con las que no lo eran.

jueves, 11 de enero de 2018

El chantaje emocional como disciplina ..


El chantaje emocional es una forma de educación relativamente desconocida. Suele pasar inadvertida a pesar de que se utiliza en muchas familias y se mezcla con otras formas de disciplina.
Sin embargo, sus efectos son muy dañinos y perjudiciales y es mejor evitar su empleo. En este artículo te ayudamos a identificar este tipo de educación y planteamos estrategias alternativas para que logres eliminarla de tu familia.

El chantaje emocional por dentro

El chantaje emocional es una de las formas de educar que utiliza técnicas desleales como la coacción y la amenaza. Tiene una alta eficacia para lograr que se realice la conducta exigida. La base del chantaje emocional no se asienta en normas razonadas sino que se centra en un aspecto básico y distintivo de la conducta humana: las emociones.
La formulación de este estilo educativo como método de ejercer control sobre la conducta es muy simple y fácil de emular. De hecho, se pueden observar típicas conductas de chantaje emocional en niños de tan solo tres años: “O me compras el juguete o dejo de respirar… Y me muero“.
La estrategia a través de la cual se articula esta forma de no socialización tiene diversas variantes:
  • Amenazar con el abandono (la más dañina y efectiva). “O lo haces o dejo de quererte“; “Me voy a ir a hacer mi vida y ahí os quedáis sin mí“.
  • Subrayar el mal que le acarrea a la familia: “Siempre nos has causado muchos problemas“; “No se puede salir de casa contigo“.
  • Mostrar desapego y vergüenza de tu hija: “Hemos perdido más dinero contigo que ni sé“; “Siempre estás dando de qué hablar…“.
  • Condenar la moral que tiene la hija: “No te mereces nada por lo mala que eres“.
Como ves, la disciplina de chantaje emocional impide, de entrada, el amor incondicional hacia las hijas (necesario para la correcta construcción de su personalidad).

El fin y los medios del chantaje emocional

No se trata de una forma de disciplina estudiada, testada y validada; pero es de destacar que esta educación consigue que la conducta objetivo se realice. Ello es gracias a que se ostenta una dominación brutal y desmedida de la madre sobre su hija. Las consecuencias y algunos productos directos de las mismas son:
  1. Ansiedad. Lo que previsiblemente podría favorecer el desarrollo de personalidades ansiosas.
  2. Inseguridad. Este sentimiento puede conllevar a otro más grave y general frente a la vida: indefensión aprendida.
  3. Dependencia. Una relación dependiente de por vida respecto a las expectativas maternas.
  4. Llevar una doble vida. En ocasiones, este estilo educativo hace que la vida familiar se base en mentiras para satisfacer a la figura de apego.
  5. Imposibilidad de construir la propia biografía vital.

Salidas personales de este estilo

Esta educación no-socializadora tendría efectos verdaderamente incapacitantes para tu hija. En los casos en que se aplica solo caben dos opciones como salida para la persona sometida a ella:
  1. Aguantar el “chaparrón” y mentir durante toda la vida.
  2. Terminar por claudicar y no intentar ni siquiera mentir.
Por otra parte, ten en cuenta que este estilo no proporcionará una vida independiente, ni autónoma para tu hija. Se convertirá en una persona que no podrá disfrutar de su liberad ni elaborar planes por sí misma.

Las comparaciones son odiosas

Teniendo en cuenta las dimensiones para el correcto funcionamiento familiar que te proponemos desde Padres en la Nube, encontramos una serie de debilidades del chantaje emocional como disciplina:
  1. Comunicación: se comunica claramente la consecuencia de no llevar a cabo la conducta demandada, no la conducta demandada en sí. Esto puede llevar a una visión negativa de las cosas en tu hija.
  2. Inteligencia emocional: muy afectada en general. Se educa amenazando con sentir emociones, pero luego no se explicitan y se quedan en el aire.
  3. Normatividad: como regla general se responsabiliza a los hijos del malestar que provoca la no obediencia. Las normas son claras, pero no hay flexibilidad ni negociación reales.
  4. Modelado: se adquieren conductas por modelado en los aspectos más básicos. Sobre todo en sus facetas emocionales, lo que luego puede dar lugar a una personalidad manipuladora.
  5. Disponibilidad: no se percibe la disponibilidad de la figura de apego. Es más, se teme su intervención en la mayoría de los casos a pesar de desear su cercanía.
Según este tipo de disciplina, las emociones de la madre fundamentan el valor de la norma. Las conductas demandadas se llevan a cabo por esa misma causa. Tú eres la que elige qué estilo educativo aplicar, pero el chantaje emocional es claramente una mala opción.